Friday, March 6, 2015

Deshilachados: entre (It)acá y otra parte...

Como ya contamos en su momento, hubo un momento a principios de enero en el que nos encontramos de repente sin nuestra casa rodante. La quisimos vender y tuvimos bastante suerte: la vendimos rápido. ¿Demasiado rápido? Tampoco es que teníamos donde ir a parar, a pesar de las habituales casas de familia y amigos. Y aunque se esté muy, pero muy bien en casa de familia y amigos, no son exactamente lugares para quedarse mucho rato... Especialmente en invierno, cuando hace frío y lo que más apetece es moverse poco, abrigarse mucho y quedarse cerca de la estufa todo el día, mirando por la ventana las montañas nevadas, los renos que pastan y cosas así. Uno de nuestros himnos, evocado alguna vez ya en estas columnas, es la Canción de las simples cosas de la gran Chavela Vargas, maravillosamente versionada por Concha Buika y Chucho Valdes:

"Uno vuelve siempre, dice, A los viejos sitios, Donde amó la vida"

D.O. Somontano: ermitas colgadas entre canales de regadío y viñedos.
Y eso es precisamente lo que se nos dio por hacer este invierno: entre tener la casa metida dentro del coche y tener el coche aparcado delante de casa, tuvimos un extraño paréntesis de varias semanas en las que flotamos - apátridas y sin rumbo - entre viejos sitios donde amamos la vida. Con el proyecto de buscarnos una madriguera de alquiler en algún rincón de algún valle pirenaico, emprendimos un mini-recorrido de casas conocidas, de brazos acogedores, de nostalgias adormecidas y de hogares adoptivos... Con dos mochilas y una manta de acrílico a bordo del 2c15 mínimamente acondicionado (pero todavía mucho más austero que el viejo TRANSITion!), la carretera se convirtió en una especie de soma, una especie de droga de textura espesa que difuminaba el frío y la falta de destino concreto a base de kilómetros de paisajes petrificados.

El señor de todas las Catalunyas en pleno ataque de esplendor!
Parecía que las siluetas del Canigó, de Ordesa, del Ossau o del Pic d'Anie se nos apresuraban todas contra los cristales a la vez ; como si el tiempo y las distancias se borraran en el desfile lento de ríos y valles por los retrovisores... Las indicaciones de los carteles: Prades, Jaca, Tremp, Pau, Figueres, Pamplona, Aspet, La Seu... iban perdiendo el significado al pasarnos en el borde de la carretera. Se volvían sonidos familiares pero confusos, oraciones mil veces repetidas: unos salmos a la gloria de aquellas deidades arropadas en la nieve y el olvido. En ningún caso permanecían como referencias tangibles de nuestra divagación invernal... Liberados de las normas topográficas, buscábamos algo a lo que agarrarnos. Siempre nos quedará el Pirineo, parecía decir nuestro ir y venir por la falda de los valles, aunque no tuviéramos ninguna idea clara de qué hacer de Él. Para quien vive o ha vivido cerca del Pirineo, su eje es más bien un centro. Centro de gravedad o de rotación. Centro del mundo, tal vez... Raíz, también. Más que frontera, el Pirineo es puente. Y son muchas las orillas que une su arca de piedra. Con cariño y algo de paciencia, con un poco de tiempo y con lo suficiente silencio, cada una de ellas se deja domesticar. A cada una se la puede llegar a llamar hogar: Pyrénées-Orientales, Catalunya, Ariège, Andorra, Haute-Garonne, Hautes-Pyrénées, Aragón, Pyrénées-Atlantiques, Nafarroa, País vasco... de mar a mar, y vuelta.

Desayunando en el gran Café Iruña, bocadillitos de jamón contra vientos y mareas.
En estas pocas semanas, cruzamos y transitamos de arriba abajo, en ambos sentidos (y hasta a veces en diagonal) la mayoría de sus provincias. Como huyendo hacia quién sabe donde, dos Ulises (¿o serán dos Uliseses?) que ya ni recuerdan la islita llamada Ítaca que andan buscando... En país vasco como en Eea, la isla de Circe, hace tiempo ya que han cambiado a los marineros por cerdos (with all due respect...). A algunos nostálgicos de la pesca del bacalao puede que les disguste escucharlo pero lo que hay que reconocer, es que sí entienden de jamón... Saben más incluso al Sur de Ibañeta que no al Norte, a pesar del orgullo con el que te hablan allí del Kintoa o de la D.O. Ibaïona. En fin... Por eso quizás y porque la estación de Pamplona o el gran Café Iruña son lugares de aquellos donde amamos la vida, decidimos volver unas semanas a trabajar por las Iparraldias.

El perro pastor educado: si no te puede morder, por lo menos te saludará. 
Hacer temporada de pique (se trata de saneamiento de ganado estacional, una tarea veterinaria a la que dedicamos tradicionalmente parte de los meses de enero, febrero y marzo) allí ya es casi una tradición. Y en épocas de no tener según qué cosas bien claras, las tradiciones son algo demasiado sólido como para no agarrarse de ellas! A pesar de un tiempo particularmente feo, de nevadas y lluvias torrenciales, inundaciones, carreteras cortadas y árboles arrancados ; a pesar de (y como consecuencia) encontrarnos al rebaño de ganaderos de una mala leche de millésime, reconocimos allí caras y rutinas familiares, así como algún que otro nuevo amigo peludo siempre dispuesto a enseñar la patita... o el colmillete. Allí entre vacas y ovejas, se trabaja de lunes a sábado al aire libre, lo que quiere decir: a la intemperie y no hay excusa que valga para escaparse. Por eso y con semejante dieta, si toca mal tiempo el domingo también, uno no se siente culpable por quedarse en la cama! Aun así, puede que la promesa de unas grandes mareas y un sol tímido te inciten a bajar hasta el océano para "aprovechar" algo del fin de semana. ¡Ingenuos! Una vez traducida, la propuesta suena a algo así como: "pasar frío en los diques abandonados, cazar fotos de faros como otros cazaron molinos de viento hasta finalmente no poder más con los latigazos del viento salado que hace vibrar un mar color de boquerón en salmuera, con aromas de mejillón pasado y vuelos de bolsas de plástico"... Y después de tanto pinchar y tanto vacunar a tanto y tanto ganado, después de ir y venir tantas veces por las mismas cuatro carreteras de los mismos cuatro pueblecillos, después de repetir tantas veces "Hola! Qué hay? Como le va la vida? Están las ovejas? Las tiene preparadas? Cómo que no le habían avisado? Vale, vale, me espero. No hay problema!", una buena mañana llega el último día y a la tarde de repente se acabó, terminó, ya fue.

La desembocadura del río Adour contra vientos y mareas, nunca mejor dicho.
De todo aquello, solo te quedan ropa para lavar y unas mochilas por hacer y nuevamente, allez hop! a la carretera. Solo que ahora, te llevas en el coche un recuerdo tenaz y persistente de aquel mundo rural tan entrañable. Hay historias de veterinarios que después de unos años de trabajo con su coche lo intentan vender y no pueden, de la peste sofocante que desprende. Parece que han curado millones de quesos de leche cruda allí dentro... En nuestro caso y con las temporadas cortitas que hacemos, no es nada que unos árboles mágicos no puedan solucionar. En el supermercado de la esquina, nada más salir de la clínica, te venden estos ambientadores con forma de bandeja de Euskal Herria y olor a manzana verde que hacen milagros... además de garantizarte un encuentro cálido y entretenido con la policía foral o la guardia civil nada más cruzar Ibañeta o el túnel de Aragnouet-Bielsa. No vamos a poner aquí palabras que hagan saltar los robots de la NSA, pero hay una cosa que no deja de fascinarme en las brigadas anti-terrorismo de dichos cuerpos: "Si fueramos t-----istas cruzando el Pirineo con el fin de reunirnos con otros t-----istas o cometer un acto de t-----ismo, ¿de verdad piensan ustedes que lo primero que se nos ocurriría sería colgar una bandeja vasca del retrovisor del coche robado en el que transitamos? ¿De verdad en sus talleres de formación específica, en esto les enseñan que tienen que fijarse?" En fin, cambiemos de tema que acaba de pasar un drone sobrevolando el huerto. De nuevo: colladas, nieve, valles, el Midi de Bigorre como un hito: Adiós Aquitaine! Hola Midi-Pyrénées! ¡Cuánto tiempo! Una y otra vez, el camino se retuerce y se pisotea a sí mismo. Que sensación más extraña, la de dar vueltas así. Lo mismo que hacíamos por el barrio en Barcelona, hace un año y medio. Una eternidad. Solo que ahora hay donde perderse, donde jugar: el patio se extiende de mar a mar.

El Lauragais: luz de fin del mundo y árboles fantasmas. 
A propósito de andar pasando una y otra vez por el mismo punto, decía nuestra querida Clara algo así como: "si te da la sensación que tu vida va en círculos y no estas avanzando, cambia de punto de vista. Pronto verás que se trata más bien de un espiral!" ¡Gracias Clarita! A mi, la línea de nuestras andanzas y vagabundeos me recuerda un trazo en cursiva: bucles grandes y pequeños, redondeando con pluma y tinta las curvas de cada letra... Como si al final se tratara de escribir la propia historia  a lo largo del camino, a base de andar, andar y andar. Y acá estamos otra vez: no muy lejos de Toulouse, entre Ariège, Aude y Tarn. En esta franja de tierra barrida por los vientos, que parece estar dudando siempre entre mar o montaña, continente o mediterráneo, occitán o catalán, lenguadoc o rossellón... Nos ponemos a buscar una madriguera en serio, adivinando en costras de queso de oveja el nombre del pueblo donde iremos a parar. ¡Venga! decidnos algo... Una pista, al menos... ¡Venga! La primera letra del pueblo ¿sí? Igual nos sería más fácil buscar en una playita de arena de la cuna de algún fresco torrente, una jabalina amamantando a sus jabatos, para decidir que allí nos instalaremos. ¿Y por qué no? Por lo menos eso en alguna ocasión se hizo, y con cierto éxito además. Bueno, no me extraña que los oráculos no se hayan quedado eso de las costras del queso entre sus métodos favoritos: los cuervos y el poso del café hablan más y no son tan sibilinos! Al final no hay que darle demasiada bola al ¿dónde?: Nicolas Bouvier decía en L'usage du monde que "lo importante no es llegar a ninguna parte, desde luego se trata de irse". Así que tarde o temprano aparecerá una tierra donde naufragar el 2c15 y sentarnos en un bacno a mirar la puesta del sol... de hecho, puede que ya la hayamos encontrado y esribamos esas líneas desde acá... pero schh! eso es otra historia!)


Deshilachados: entre (It)acá y otra parte...


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